Para
que mi denuncia pública no pueda ser señalada como hecha desde la impunidad y
el anonimato me presento brevemente: mi nombre es Victorino López Iglesias, soy
profesor del IES Galileo Galilei de Alcorcón (Madrid) y profesor asociado del
Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos
III de Madrid. Aclaro que soy funcionario de carrera, de manera que mi futuro
laboral no pasa por tener acreditado un nivel bilingüe en inglés, por lo que se
podrá entender que no es una pataleta o un temor ante la pérdida de mi puesto
de trabajo.
Para
los que aleguen que igual protesto porque igual no tengo la formación
suficiente como para poder compararme con otros que tengan una mayor
competencia lingüística digo que soy doctor con premio extraordinario por la
Universidad Complutense en el curso 2011-2012, licenciado en Ciencias de la
Información y licenciado en Geografía e Historia y mi nivel de inglés no es tan
bueno como quisiera.
Defiendo
como nadie la importancia de saber idiomas, de que los alumnos en sus distintas
fases educativas dominen una segunda o una tercera lengua y que todos, en
general, hagamos esfuerzos por perfeccionar nuestro currículum profesional.
El
inglés es muy importante, cada vez más importante, pero alzo mi voz para
denunciar que el bilingüismo galopante que nos invade no puede ser el único
argumento para la confección de los programas educativos ni el factor
determinante y excluyente para elegir al cuerpo de profesores, en sus distintas
escalas.
Una nación
política se construye con muchas herramientas, la más importante de ellas la
lengua. Hablar, comunicarte, expresarte en una misma lengua contribuye a crear
y a reforzar un sentimiento colectivo, una nación política y cultural. Si desde
nuestro propio sistema educativo socavamos esta herramienta no podemos
extrañarnos ante el desapego a nuestra pertenencia a una nación, la lejanía a
una identidad colectiva de la que enorgullecernos.
En
este sentido, denuncio como profesional de la educación y como español que cada
día me siento un poquito más extranjero lingüístico en mi propio país, en ese
en el que cada año el afamado Premio Cervantes sigue hablando de las virtudes
de un idioma que se arrincona desde nuestro propio sistema educativo.
Es
una realidad silente que vemos cada día en los colegios, institutos y
universidades. El bilingüismo es un programa segregador, que divide a alumnos
con el único criterio de la competencia lingüística, que empobrece el nivel
educativo en la práctica totalidad de las asignaturas. Al menos esa es mi
opinión.
No
critico a mis compañeros bilingües, faltaría más. La vida es una prueba de
supervivencia y, en los tiempos que corren, tener un puesto de trabajo digno y
estable desempeñando tu labor como profesor bilingüe no es criticable bajo ningún
concepto. Lo que sí es criticable es el sistema, la administración que premia
con complementos salariales y promoción en el concurso de traslados teniendo,
en muchos casos, menos experiencia y menos formación que otros compañeros que
llevan años de interinos o en expectativa de destino.
Denuncio
haber convertido el inglés en el único criterio desde el cual pivotan el resto
de cosas en el sistema educativo. El problema es trasversal. Hay comunidades
autónomas de distinto signo político que están cometiendo el mismo error, sin
más reflexión ni más estudio que la pura demagogia política.
Ahora
el debate está en Cataluña con hacer o no el castellano como lengua vehicular
en la escuela. Soy el primero que lo defiende pero, a continuación, quiero que
lo sea en el resto de España y que el castellano no haya sido arrinconado en el
resto de comunidades autónomas. Ahora el Gobierno se da cuenta que impartir
clases durante generaciones en Cataluña ha contribuido a crear una conciencia
nacional catalana, pero no se da cuenta que el fenómeno está extendido
capilarmente por el resto de España con el bilingüismo como bandera y que sus
consecuencias serán graves para las futuras generaciones.
En
vez de implementar programas de investigación y desarrollo en nuestro sistema
educativo nos gastamos el dinero en potenciar el bilingüismo sin reparar en las
posibles consecuencias de no parar el avance de este programa.
Me
siento extranjero, sí. La gota que ha colmado el vaso ha sido mi intención de
inscribirme en el programa de doctorado del Departamento de Ciencias Sociales
de mi propia universidad. Las normas son claras: sino acreditas un nivel bilingüe
en inglés no te admiten en el programa. No preguntan lo que puedes o quieres
aportar en tu futura tesis doctoral. Solamente importa si sabes inglés, el
resto es secundario. Hasta ese absurdo hemos llegado.
Con
todo esto denuncio haber convertido a miles de españoles, profesionales de la
docencia y estudiantes en extranjeros en nuestro propio país. Nuestra voz está
silenciada, pero somos muchos los que opinamos lo mismo. Yo lo denuncio, pero
no me escondo. Igual estoy equivocado por lo que, antes de nada, pido disculpas
a todos aquellos a los que mis comentarios, muy personales, hayan podido
ofender.